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Crónicas de viaje

Desde el nuevo mundo

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En 1893, mientras era el director del Conservatorio Nacional de Música de América bajo el auspicio de la filántropa Jeannette Meyers Thurber, Antonín Dvořák compuso su Sinfonía #9 en mi menor, comúnmente conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo. Sobre la creación de esta pieza (la más importante de su repertorio), el compositor checo habló de la importancia e influencia que encontró en la música negra y nativa que escuchó en los Estados Unidos, notando en esta la base folclórica para la música que se hiciera a futuro en el país, y tomando de ellas ideas para su propia creación. Históricamente, se ha malinterpretado el nombre que se le dio a esta sinfonía, siendo su nombre correcto Sinfonía desde el nuevo mundo, siendo para Dvořák una respuesta desde América a Europa sobre la música que sonaba a ambos lados del charco y una propuesta para una sonoridad propia del país que lo recibió.

En 1969, Estados Unidos finalmente se impuso en la recta final de una de sus peleas ideológicas y políticas con la Unión Soviética al llevar por primera vez a una persona hasta la superficie de la luna. Según varias fuentes (menos los hombres que estuvieron en el módulo lunar durante dicho suceso histórico), mientras Neil Armstrong se encontraba bajando las escaleras y acercándose al polvo y roca de la luna sonó en los sistemas de sonido la Sinfonía #9 de Dvořák. La composición hacía parte de varias cintas que los astronautas llevaron consigo en su misión. La pieza que por primera vez sonó en el Carnegie Hall de Nueva York en 1893, sonaba ahora como la primera grabación musical  por fuera del Planeta Tierra.

La orquesta

Ricardo Cañón hace parte de la Orquesta Filarmónica de Bogotá desde hace 35 años, cuando siendo clarinetista ingresó a esta y tuvo que aprender de ceros sobre cómo tocar el clarinete bajo, relata sobre ese momento y su experiencia: “me enamoré del instrumento, me gustó mucho su tesitura, su gravedad, su altura, sus sonidos agudos. Se relaciona mucho con el saxofón también, y me dieron la oportunidad acá. (…) Nosotros nunca paramos de estudiar, es como una enfermedad, uno llega a la casa y tiene sus instrumentos armados y tengo mis partituras y mis cosas, y eso es lo que hacemos y nos preparamos. Obvio llega la hora del concierto y uno siempre tiene ese nerviosismo, sobre todo nosotros que somos instrumentos de punta: el corno inglés, el clarinete bajo, la flauta piccolo, que en determinados momentos tenemos algunos solos.”

Seis años antes del alunizaje, en la ciudad china de Harbin, conocida por su duro invierno siberiano, se llevó a cabo el primer festival de esculturas de hielo y nieve de Harbin. Anualmente se han utilizado motosierras, cinceles y picos para tallar los bloques de hielo sacados del río Shongua. Aunque históricamente los bloques terminan formando representaciones de edificaciones o lugares importantes de la cultura e historia chinas, en 2009 una compañía licenciada por Disney recibió las operaciones del festival por parte del gobierno y las figuras que se planearon para ese año ya no serían las de la Muralla China, o la de la Ciudad Prohibida, sino las de Mickey, Minnie, Donald y el resto de sus amigos. Al igual que el alunizaje, podría ser esta otra batalla ideológica ganada por los Estados Unidos.

La orquesta

También en 2009, la Orquesta Filarmónica de Bogotá visitó la ciudad de Harbin, entre varias del país asiático, en los esfuerzos de la Orquesta por tener una proyección y visibilidad internacional mayores un año después de haber ganado el Grammy latino a mejor álbum instrumental. El maestro Ricardo Cañón recuerda su paso por Harbin, en esa gira en la que tocaría la Sinfonía desde el nuevo mundo de Dvořák, entre otras piezas. De su experiencia dice: “salíamos media cuadra y nos teníamos que meter porque el frío era… Mejor dicho, tú no sentías ni los dedos, pero la experiencia fue increíble: los teatros, la gente que a pesar del idioma aceptó nuestros programas, la música colombiana y lo que hicimos”.