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Crónicas de viaje

El Hatillo

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Con orígenes claros en la tradición gitana, en especial en la de la figura de la bailaora Pastora Imperio, El amor brujo fue primero un ballet y durante diez años, entre 1915 y 1925, fue refinado por su compositor Manuel Falla hasta llegar a su configuración final para orquesta sinfónica. Aunque fue discípulo del compositor francés Claude Debussy e incorporó características de su estilo impresionista en su obra, el carácter profundamente popular y español de su trabajo lo diferenció lo suficiente para hacerlo en uno de los compositores más importantes de su país. Se le han hecho varias comparaciones con Federico García Lorca, y no es gratuito, ya que ambos colaboraron en varias producciones teatrales, y en la organización del festival de Cante Jondo de Granada en 1922.

Aunque hoy en día hace parte de la zona urbana de Caracas y fue tan solo hasta 1991 cuando logró tener un gobierno municipal autónomo, el Hatillo ha tenido una importante historia por cuenta propia, siendo uno de los lugares desde los que se inició la lucha por la independencia de Venezuela. Muchas de sus calles y casas de estilo colonial aún se mantienen en pie, siendo parte de su atractivo turístico. El Hatillo también es reconocido por ser el lugar de varios festivales musicales importantes, entre ellos de pronto el de mayor trayectoria es el Festival Internacional de Música El Hatillo, celebrado por primera vez en 1990, y fundado por el aclamado pianista Leopoldo Betancourt.

La orquesta

En 1993, año en el que la Orquesta Filarmónica de Bogotá viajó al IV Festival Internacional de Música El Hatillo, para presentar composiciones de Rachmaninov, Wagner, Beethoven y la Suite de El amor brujo de Manuel Falla, los músicos de la OFB se encontraban bajo la batuta del chileno Francisco Rettig. Discípulo de Hans Swarovsky, Sergiu Celibidache y Franco Ferrara, Rettig se formó en la Musikhochschule de Koln, Alemania, donde se graduó con máxima distinción y durante su carrera ha dirigido más de sesenta orquestas en los cinco continentes, tanto en el repertorio sinfónico como en el de la ópera. “La gran enseñanza que nos dio, tanto a la Orquesta como a mí, fue el rigor y el sello profesional para trabajar cualquier tipo de repertorio”, afirma el maestro Eduardo Carrizosa sobre Francisco Rettig, quien fue director artístico de la OFB durante 12 años, desempeño que fue premiado con la Orden al Mérito en el grado de Gran Comendador, otorgada por el Concejo y la Alcaldía de Bogotá.

Hoy en día es algo que se está intentando profesionalizar aunque siempre ha existido, y es la figura del atrilero en la orquesta. Es una persona que está al tanto de la ubicación de los músicos de la orquesta dependiendo de la formación que quiera el director, así sea titular o invitado, y sabe cómo configurar la orquesta de acuerdo a las diferentes obras que se pueden tocar. Una analogía a esta figura puede ser la del auxiliar instrumentista en una cirugía, o sea aquel que tiene todo listo para que el cirujano y sus auxiliares puedan operar al paciente. Es alguien que se fija en que no le falte nada a los compañeros que interpretan los instrumentos y en que no haya ningún error y salga lo más limpio posible para que el público lo disfrute. Esta figura del atrilero puede que no sea reconocida por ese mismo público, pero si de algo podemos estar seguros es de la importancia vital de estas personas para el funcionamiento mismo de la Orquesta.